Recomendamos visitar este link y leer la nota completa, acerca de los caprichos de los niños, mitos y verdades sobre el "portarse bien".
http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-191134-2012-04-05.html
Que lo disfruten!
Lic. Laura A. Gonza - Lic. Carolina Basualdo Bodart
-Temas de actualidad Psicológica-
lunes, 22 de abril de 2013
martes, 29 de enero de 2013
¿Por qué juegan los niños?
Desde el sentido común se sabe que el jugar de un niño, es un signo de su salud mental. Ahora bien, ¿Cualquier tipo de juego es el adecuado a cualquier edad? ¿De que jugar hablamos? ¿Por qué es tan importante?
Para responder estas preguntas, resulta útil recurrir a algunos autores, que desde su conocimiento del universo infantil, nos pueden dar respuestas certeras sobre estas cuestiones.
Donald Winnicott, un afamado pediatra y psicoanalista, resume la importancia del jugar en algunas funciones esenciales:
1) Por placer: Los niños disfrutan todas las experiencias físicas (porque disfrutan actividades lúdicas en las que interviene la motricidad gruesa, como la pelota, saltar la soga, atrapaditas) y emocionales del juego, en aquellos en que se les permite crear y fantasear acerca de otros escenarios posibles (juegos simbólicos, muñecas y muñecos, autos, animales)
2) Para expresar la agresión: el juego le permite al niño liberar las frustraciones, el enojo, la ira, el odio que puede sentir por alguna situación compleja que esté atravesando en un ambiente conocido, sin riesgos, sin que ese ambiente amenace con devolverle la agresión, siempre y cuando esa agresion se exprese en forma aceptable y simbólicamente mediante el juego, y no expresándola directamente cuando se siente enojado
3) Para adquirir experiencia: Así como para los adultos todas las experiencias vitales enriquecen la personalidad, para el niño las experiencias que atraviesa en el juego, donde despliega su fantasia, y donde puede compartir las fantasías de otros niños e incluso de los adultos que juegan con él. Winnicott lo dice de esta manera: "El juego es la prueba continua de la capacidad creadora"
4) Para establecer contactos sociales: al principio de la vida, los niños en general juegan solos, o en compañía de su mamá. Es a partir del juego compartido que los niños empiezan a aceptar la existencia de los pares como independientes de sus deseos, dado que en el juego estos cumplen roles según sus propios deseos y no según los del niño. De esta manera, el juego proporciona una organización para iniciar relaciones emocionales y permite que se desarrollen los contactos sociales Estas, entre otras, son las funciones del jugar en el niño. Pero no cualquier juego. No un juego que no le permita imaginar en mundos fantásticos, ni que lo deje pasivo frente a una pantalla, ni que "juegue solo" al estilo de los juguetes electrónicos que se mueven y emiten luces y sonidos...si a los juegos tradicionales, a los que le permitan creer y crear otros mundos posibles, que le permitan mover su cuerpo, interactuar con otros niños, sin ganar ni perder, jugar por jugar....
1) Por placer: Los niños disfrutan todas las experiencias físicas (porque disfrutan actividades lúdicas en las que interviene la motricidad gruesa, como la pelota, saltar la soga, atrapaditas) y emocionales del juego, en aquellos en que se les permite crear y fantasear acerca de otros escenarios posibles (juegos simbólicos, muñecas y muñecos, autos, animales)
2) Para expresar la agresión: el juego le permite al niño liberar las frustraciones, el enojo, la ira, el odio que puede sentir por alguna situación compleja que esté atravesando en un ambiente conocido, sin riesgos, sin que ese ambiente amenace con devolverle la agresión, siempre y cuando esa agresion se exprese en forma aceptable y simbólicamente mediante el juego, y no expresándola directamente cuando se siente enojado
3) Para adquirir experiencia: Así como para los adultos todas las experiencias vitales enriquecen la personalidad, para el niño las experiencias que atraviesa en el juego, donde despliega su fantasia, y donde puede compartir las fantasías de otros niños e incluso de los adultos que juegan con él. Winnicott lo dice de esta manera: "El juego es la prueba continua de la capacidad creadora"
4) Para establecer contactos sociales: al principio de la vida, los niños en general juegan solos, o en compañía de su mamá. Es a partir del juego compartido que los niños empiezan a aceptar la existencia de los pares como independientes de sus deseos, dado que en el juego estos cumplen roles según sus propios deseos y no según los del niño. De esta manera, el juego proporciona una organización para iniciar relaciones emocionales y permite que se desarrollen los contactos sociales Estas, entre otras, son las funciones del jugar en el niño. Pero no cualquier juego. No un juego que no le permita imaginar en mundos fantásticos, ni que lo deje pasivo frente a una pantalla, ni que "juegue solo" al estilo de los juguetes electrónicos que se mueven y emiten luces y sonidos...si a los juegos tradicionales, a los que le permitan creer y crear otros mundos posibles, que le permitan mover su cuerpo, interactuar con otros niños, sin ganar ni perder, jugar por jugar....
lunes, 21 de mayo de 2012
Estrés, ¿el malestar actual?
Es común escuchar a muchas personas en la actualidad decir que padecen estrés, y se ha extendido el término a tan diversas situaciones que se hace necesario poder recortar específicamente a qué nos referimos cuando hablamos de estrés.
La palabra Estrés, proviene de la palabra inglesa Stress, que significa “tensión”, y es una respuesta fisiológica del organismo que se desencadena frente a alguna situación que se evalúa como amenazante o de demanda incrementada. De ese modo, el cuerpo pone en marcha mecanismos de defensa y se prepara para actuar frente a aquellos estímulos, externos o internos (físico, químico, auditivo, mental, etc) que desequilibran la homeóstasis en la que se encuentra nuestro organismo: aumenta el ritmo de la respiración y la frecuencia cardíaca, se hacen más lentos los procesos digestivos, se libera adrenalina, etc. Todas estas reacciones confluyen para generar un estado de alerta que nos permita responder adecuadamente frente a una amenaza o factor estresante.
Entonces, podemos decir que el stress es una reacción natural del cuerpo y necesaria para nuestra supervivencia, pero bajo determinadas circunstancias que más adelante precisaremos, esta respuesta natural puede darse en exceso, es decir, convertirse en estrés crónico, con lo cual, puede desencadenar problemas en nuestra salud, por el estado de alerta constante en que se encuentra nuestro organismo, tales como cansancio, pérdida de apetito, desgano, problemas en la memoria, alteraciones del ánimo, falta de concentración, cambios hormonales, hipertensión arterial, etc.
Se considera que una persona está en una situación estresante o bajo un estresor cuando debe hacer frente a situaciones que conllevan la necesidad de instrumentar herramientas para dar respuesta a las mismas, y le resulta difícil ponerlas en práctica. Es decir, el stress depende tanto de las demandas del medio hacia esa persona como de sus propios recursos para enfrentarse a él y, asimismo, de las discrepancias entre las demandas del medio externo o interno, y la manera en que el sujeto percibe que puede dar respuesta a esas demandas.
El stress puede generar alteraciones subjetivas (ansiedad, depresion, irritabilidad, agresión, alteraciones del sueño) o fisiológicas (úlceras, gastritis, alteraciones dermatológicas, etc.). Es más común en aquellas personas con un ritmo de vida intenso, con sobrecarga laboral y poco tiempo libre, o que su estilo de vida los somete a presiones constantes. Podemos decir que cualquier suceso que genere una respuesta emocional, puede causar estrés. Esto incluye tanto situaciones positivas (el nacimiento de un hijo, el inicio de una relación amorosa) como negativas (pérdida del empleo, muerte de un familiar, presiones laborales). El estrés también surge por complicaciones cotidianas menores, como esperar demasiado en una cola o en tráfico. Las situaciones que provocan estrés en una persona pueden ser insignificantes para otra.
En una próxima nota, abordaremos los síntomas principales que nos ayude a identificar si padecemos o no stress, y cómo sobrellevar el mismo.
viernes, 23 de marzo de 2012
¿Sabemos a que nos referimos cuando se habla de “Bullying”?
Desde hace unos años han ido sucediendo una serie de hechos de violencia a nivel local y mundial ( Caso Carmen de Patagones 2004, Rafael Calzada 2003, Ituzaingó Corrientes 2007, Columbine EEUU 1999, entre otros) todos ocurridos dentro del ámbito educativo, que por momentos parecen naturalizarse como fenómenos instalados, productos de un malestar generalizado. Lo que resulta llamativo y paradójico de estos hechos es que hayan sucedido en una de las principales instituciones socializadoras, la que ocupa la función de contener a niños y adolescentes: la institución escolar.
La violencia escolar se presenta como una problemática sensible a la mirada social, requiriendo respuestas inmediatas, y a la vez se constituye como una manifestación compleja por el involucramiento de diversos agentes socializadores.
Consultando autores especialistas en la temática, encontramos que según la Dra. Hilda Marchiori (1998), el hecho de que este tipo de violencia se de en el ámbito escolar le otorga características particulares ya que el espacio de victimización es la propia escuela, lugar donde se desarrolla el proceso educativo y socializador. Por otro lado, los participantes de la violencia son alumnos, lo que constituye una línea muy delgada entre autores de los hechos y víctimas. Asimismo, el personal de la escuela al no controlar la violencia conduce a una permisividad y agravamiento de los comportamientos violentos.
En los últimos tiempos, es un hecho que la importancia del rol social del maestro no es lo suficientemente comprendido y apoyado en nuestra sociedad, y muchas veces se desvaloriza la figura del docente desde el propio discurso de los padres que envían a sus hijos a la escuela. Se suman a veces a esto actitudes negativas de los padres y su carencia de compromiso hacia la institución escolar.
Por otro lado, el ámbito escolar preocupado en una formación especializada y teórica, ha abandonado una educación general en la formación cimentada en los principios básicos de los derechos humanos, igualdad, respeto por las diferencias, etc. Del mismo modo, la infraestructura edilicia escolar deteriorada constituye un símbolo de desorganización y violencia, no favoreciendo la apropiación del espacio por parte de los alumnos y el cuidado que la institución escolar debería promover.
En este contexto, es necesario describir lo que consideramos por bullying, palabra que se cita muchas veces sin saber específicamente de que se trata.
Bullying es un término inglés que deriva de bull (matón). El bullying es un concepto que se refiere a un tipo específico de violencia escolar, aquella que se da entre pares. La violencia escolar en sí es un problema más amplio ya que abarca diversas manifestaciones (violencia hacia el edificio escolar, de maestros hacia alumnos y de éstos hacia los maestros, etcétera), siendo el bullying una de ellas.
Si pudiésemos emparentar dentro de nuestro idioma al término inglés, nos encontraríamos con la palabra “hostigamiento”. ¿Cómo se hace presente este fenómeno en la realidad escolar? A través de conductas de diversa naturaleza, tales como burlas, amenazas, agresiones físicas, aislamiento sistemático, insultos, entre otras conductas caracterizadas por un abuso de poder por un niño o adolescente, que generalmente es apoyado por un grupo, contra una víctima indefensa, vulnerable. Esta condición se mantiene o repite durante un tiempo prolongado por la ignorancia o pasividad de las personas que rodean estas situaciones. En el sujeto que es blanco de estas agresiones las consecuencias de este hostigamiento traen de la mano dificultades en el proceso de aprendizaje, ausencias acusadas a las jornadas escolares, estrés, angustia, ansiedad, angustia y en algunas ocasiones más extremas y graves el suicidio.
Es así como este flagelo se presentifica actualmente en las escuelas de nuestro medio como un tipo de acoso escolar, interponiéndose en el desarrollo de la convivencia, dejando efectos nocivos tanto para los implicados directos en estos sucesos como para la comunidad educativa en su conjunto.
Si bien la violencia es un hecho que ha existido desde los comienzos de la humanidad, reajustándose a las particularidades de los diferentes medios sociales, no deja de presentarse como un objeto al cuál dirigir la mirada a manera de buscar alternativas de prevención y tratamiento, y más aún en los ámbitos educativos, privilegiando entonces no sólo la formación teórica, sino también la formación en valores y el respeto por la diversidad y la dignidad humana.
La violencia escolar se presenta como una problemática sensible a la mirada social, requiriendo respuestas inmediatas, y a la vez se constituye como una manifestación compleja por el involucramiento de diversos agentes socializadores.
Consultando autores especialistas en la temática, encontramos que según la Dra. Hilda Marchiori (1998), el hecho de que este tipo de violencia se de en el ámbito escolar le otorga características particulares ya que el espacio de victimización es la propia escuela, lugar donde se desarrolla el proceso educativo y socializador. Por otro lado, los participantes de la violencia son alumnos, lo que constituye una línea muy delgada entre autores de los hechos y víctimas. Asimismo, el personal de la escuela al no controlar la violencia conduce a una permisividad y agravamiento de los comportamientos violentos.
En los últimos tiempos, es un hecho que la importancia del rol social del maestro no es lo suficientemente comprendido y apoyado en nuestra sociedad, y muchas veces se desvaloriza la figura del docente desde el propio discurso de los padres que envían a sus hijos a la escuela. Se suman a veces a esto actitudes negativas de los padres y su carencia de compromiso hacia la institución escolar.
Por otro lado, el ámbito escolar preocupado en una formación especializada y teórica, ha abandonado una educación general en la formación cimentada en los principios básicos de los derechos humanos, igualdad, respeto por las diferencias, etc. Del mismo modo, la infraestructura edilicia escolar deteriorada constituye un símbolo de desorganización y violencia, no favoreciendo la apropiación del espacio por parte de los alumnos y el cuidado que la institución escolar debería promover.
En este contexto, es necesario describir lo que consideramos por bullying, palabra que se cita muchas veces sin saber específicamente de que se trata.
Bullying es un término inglés que deriva de bull (matón). El bullying es un concepto que se refiere a un tipo específico de violencia escolar, aquella que se da entre pares. La violencia escolar en sí es un problema más amplio ya que abarca diversas manifestaciones (violencia hacia el edificio escolar, de maestros hacia alumnos y de éstos hacia los maestros, etcétera), siendo el bullying una de ellas.
Si pudiésemos emparentar dentro de nuestro idioma al término inglés, nos encontraríamos con la palabra “hostigamiento”. ¿Cómo se hace presente este fenómeno en la realidad escolar? A través de conductas de diversa naturaleza, tales como burlas, amenazas, agresiones físicas, aislamiento sistemático, insultos, entre otras conductas caracterizadas por un abuso de poder por un niño o adolescente, que generalmente es apoyado por un grupo, contra una víctima indefensa, vulnerable. Esta condición se mantiene o repite durante un tiempo prolongado por la ignorancia o pasividad de las personas que rodean estas situaciones. En el sujeto que es blanco de estas agresiones las consecuencias de este hostigamiento traen de la mano dificultades en el proceso de aprendizaje, ausencias acusadas a las jornadas escolares, estrés, angustia, ansiedad, angustia y en algunas ocasiones más extremas y graves el suicidio.
Es así como este flagelo se presentifica actualmente en las escuelas de nuestro medio como un tipo de acoso escolar, interponiéndose en el desarrollo de la convivencia, dejando efectos nocivos tanto para los implicados directos en estos sucesos como para la comunidad educativa en su conjunto.
Si bien la violencia es un hecho que ha existido desde los comienzos de la humanidad, reajustándose a las particularidades de los diferentes medios sociales, no deja de presentarse como un objeto al cuál dirigir la mirada a manera de buscar alternativas de prevención y tratamiento, y más aún en los ámbitos educativos, privilegiando entonces no sólo la formación teórica, sino también la formación en valores y el respeto por la diversidad y la dignidad humana.
jueves, 19 de enero de 2012
Vacaciones ¿Felices?
El tan ansiado momento de las vacaciones ha llegado, con él pueden surgir algunas situaciones de conflicto familiar que pueden hacer que este espacio de tiempo libre se viva con algunas emociones por momentos lejanas a lo placentero. El hecho de compartir las venticuatro horas del día con la familia, y algunas veces con personas del círculo extrafamiliar (situación que no ocurre durante el año laboral, académico y doméstico por estar abocados a las distintas ocupaciones) provoca que algunos problemas personales y/o vinculares salgan a la luz, como por ejemplo: problemas de pareja, en la sexualidad o en las disputas de poder, el tema de la disciplina con los hijos, roces con algún persona de la familia extensa, distribución de las tareas y responsabilidades en el ámbito doméstico, etc.
Asimismo pueden surgir problemas personales en relación a cómo utilizar eso que llamamos “tiempo libre”. Este último es un concepto complejo, porque no es simplemente “no hacer nada”, modo en que culturalmente se piensa al ocio: de ahí la celebre frase “El ocio es la madre de todos los vicios”, con esta representación del ocio, el placer y el tiempo libre adquieren connotaciones negativas. En contraposición los resultados que arrojan diversas investigaciones psicológicas y sociológicas plantean que el tiempo libre, es hacer, pero disfrutando, optando, en donde lo que predomina es la motivación con el objetivo de lograr placer, gratificación, tranquilidad, paz interior. Es complejo porque no es lo mismo para todas las personas. Tiene en común la motivación y el disfrute, pero las formas que pueden tomar esas actividades de tiempo libre son muy variadas. Es así que en muchos casos puede suceder que los diversos modos de emplear el tiempo libre lleven a “una guerra en casa”.
El tiempo libre es una construcción a la que se arriba. Esto quiere decir que no estamos habituados a emplear el tiempo en actividades placenteras, nos es más fácil aquello que nos viene estructurado desde fuera por las obligaciones laborales, académicas y domésticas. Las vacaciones configuran un viraje en nuestras rutinas y a veces el vacío que esto genera se transforma en un vacío en nuestro ser, puesto en la actualidad ser es hacer. Una de las funciones de las vacaciones es encontrar una lógica diferenciada del uso del tiempo en el trabajo. No hacer por hacer.
Llamaremos “operación recreativa” a las oportunidades que el sujeto se de para hacer lugar durante su tiempo liberado de obligaciones a la construcción de un nuevo tiempo, el tiempo vivido con libertad o tiempo libre. Es durante el tiempo liberado de obligaciones cuando se presentan condiciones favorables para realizar esta construcción, ya que es aquí donde bajan los niveles de exigencias y coerciones.
Quizás la persona pueda habilitarse a realizar el pasaje del tiempo liberado de obligaciones hacia el tiempo libre. Es una experiencia de autoconstrucción y de autonomía. Autoconstrucción en tanto se fabrica un tiempo nuevo, una vivencia subjetiva de autotransformación, de implicación con el deseo. Y de autonomía en tanto se instala un espacio único y propio, instante de soledad donde es uno y solo uno quien se hará responsable por el modo de transitar el tiempo.
Aprender a darse permisos, a quererse, a gratificarse, lleva a hacer no solo cosas por uno mismo sino por los demás.
En este sentido, el disfrute de experiencias de ocio se ha revelado como un factor de calidad de vida y un recurso de primera magnitud para estimular el desarrollo personal cumpliendo, además, una función terapéutica en determinadas situaciones.
Que hacer ante este panorama:
- Relajarse en relación a la exigencia que las vacaciones son cien por ciento felices y libres de conflictos, asumiendo que los problemas pueden surgir, siendo algo común en todos los grupos familiares.
- Intentar olvidarse del reloj, que el mismo no organice nuestro tiempo.
- No tomar decisiones apresuradas ante el surgimiento de desencuentros o conflictos que puedan surgir en la pareja y/ o familia.
- Repartir las tareas y obligaciones que se presentan en las vacaciones, a modo de evitar sobrecargas en alguno/s de los miembros de la familia. “Todos estamos de vacaciones”.
- Posibilitar espacios de soledad y reflexión, para que cada uno pueda disfrutar de sus gustos personales y encontrar actividades placenteras.
- Encontrar en la medida de lo posible espacios de intimidad para la pareja.
- Los límites no se toman vacaciones, las reglas y acuerdos deben ser claros y precisos para niños y adolescentes, así como las consecuencias en torno a las transgresiones de las mismas.
- El dialogo debe operar como un instrumento de abordaje y resolución de los conflictos.
Asimismo pueden surgir problemas personales en relación a cómo utilizar eso que llamamos “tiempo libre”. Este último es un concepto complejo, porque no es simplemente “no hacer nada”, modo en que culturalmente se piensa al ocio: de ahí la celebre frase “El ocio es la madre de todos los vicios”, con esta representación del ocio, el placer y el tiempo libre adquieren connotaciones negativas. En contraposición los resultados que arrojan diversas investigaciones psicológicas y sociológicas plantean que el tiempo libre, es hacer, pero disfrutando, optando, en donde lo que predomina es la motivación con el objetivo de lograr placer, gratificación, tranquilidad, paz interior. Es complejo porque no es lo mismo para todas las personas. Tiene en común la motivación y el disfrute, pero las formas que pueden tomar esas actividades de tiempo libre son muy variadas. Es así que en muchos casos puede suceder que los diversos modos de emplear el tiempo libre lleven a “una guerra en casa”.
El tiempo libre es una construcción a la que se arriba. Esto quiere decir que no estamos habituados a emplear el tiempo en actividades placenteras, nos es más fácil aquello que nos viene estructurado desde fuera por las obligaciones laborales, académicas y domésticas. Las vacaciones configuran un viraje en nuestras rutinas y a veces el vacío que esto genera se transforma en un vacío en nuestro ser, puesto en la actualidad ser es hacer. Una de las funciones de las vacaciones es encontrar una lógica diferenciada del uso del tiempo en el trabajo. No hacer por hacer.
Llamaremos “operación recreativa” a las oportunidades que el sujeto se de para hacer lugar durante su tiempo liberado de obligaciones a la construcción de un nuevo tiempo, el tiempo vivido con libertad o tiempo libre. Es durante el tiempo liberado de obligaciones cuando se presentan condiciones favorables para realizar esta construcción, ya que es aquí donde bajan los niveles de exigencias y coerciones.
Quizás la persona pueda habilitarse a realizar el pasaje del tiempo liberado de obligaciones hacia el tiempo libre. Es una experiencia de autoconstrucción y de autonomía. Autoconstrucción en tanto se fabrica un tiempo nuevo, una vivencia subjetiva de autotransformación, de implicación con el deseo. Y de autonomía en tanto se instala un espacio único y propio, instante de soledad donde es uno y solo uno quien se hará responsable por el modo de transitar el tiempo.
Aprender a darse permisos, a quererse, a gratificarse, lleva a hacer no solo cosas por uno mismo sino por los demás.
En este sentido, el disfrute de experiencias de ocio se ha revelado como un factor de calidad de vida y un recurso de primera magnitud para estimular el desarrollo personal cumpliendo, además, una función terapéutica en determinadas situaciones.
Que hacer ante este panorama:
- Relajarse en relación a la exigencia que las vacaciones son cien por ciento felices y libres de conflictos, asumiendo que los problemas pueden surgir, siendo algo común en todos los grupos familiares.
- Intentar olvidarse del reloj, que el mismo no organice nuestro tiempo.
- No tomar decisiones apresuradas ante el surgimiento de desencuentros o conflictos que puedan surgir en la pareja y/ o familia.
- Repartir las tareas y obligaciones que se presentan en las vacaciones, a modo de evitar sobrecargas en alguno/s de los miembros de la familia. “Todos estamos de vacaciones”.
- Posibilitar espacios de soledad y reflexión, para que cada uno pueda disfrutar de sus gustos personales y encontrar actividades placenteras.
- Encontrar en la medida de lo posible espacios de intimidad para la pareja.
- Los límites no se toman vacaciones, las reglas y acuerdos deben ser claros y precisos para niños y adolescentes, así como las consecuencias en torno a las transgresiones de las mismas.
- El dialogo debe operar como un instrumento de abordaje y resolución de los conflictos.
martes, 3 de enero de 2012
Como enfrentar saludablemente el fin de año
Quizás sea frecuente pensar que el calendario es una cuestión trivial, que sólo nos permite organizar nuestro tiempo. Suele pasarse por alto que las fechas también tienen un significado simbólico para nosotros. Testimonio de esta aseveración son aquellas sensaciones que se presentan al acercarse el final del año. Una mezcla de apuro, alegría, tristeza, stress, euforia, añoranza, y hasta angustia puede apoderarse de nosotros.
El fin de año simboliza el final de una etapa en nuestra vida. Como toda conclusión, lleva a replantearse aquellas cuestiones que se establecieron como objetivos para el comienzo de aquella. El saldo del balance puede ser positivo si se pudieron concretar las metas establecidas al principio del año, o puede ser negativo si no se logró lo esperado. De todas maneras, evaluar el año en términos de resultados nos hace perder la idea de proceso, del esfuerzo, el trabajo y la energía necesario que invertimos para lograr aquello que nos propusimos, mucho más importante que los resultados en sí por el aprendizaje y experiencia que ello deja.
Es entonces, por sobre todo, una época de duelos: por lo que pudo ser y no fue, por los que ya no están, por las expectativas que no se concretaron, por el tiempo perdido irrecuperable, etc.
Pero a la vez es una época de alegría, festejos, esperanza por lo que puede ser el año entrante, por lo que viene.
Por otro lado, con el fin de año llegan los festejos familiares, que muchas veces pueden ser problemáticos por lo que implica juntarse con otros: así como generar alegría, pueden revivir antiguas enemistades, rencores o conflictos. Asimismo, estas fechas hacen presentes las ausencias, se presentifica aquellos seres queridos que deberían estar y no están, ya sea por el fallecimiento, o el alejamiento, o las separaciones.
Se plantean preguntas en este sentido: ¿con quien pasar las fiestas? ¿Cómo negociar con los otros el propio criterio o la propia elección? En este sentido, surgen conflictos internos entre lo que uno quiere y lo que debería ser. Es importante poder discernir entre aquellos mandatos que nos atan y no nos permiten elegir con libertad, entre aquellas cuestiones que se nos imponen como ideales de lo que debería ser, y lo que realmente queremos.
Como son situaciones que se repiten, resulta saludable comenzar a dialogar y establecer acuerdos con la pareja, la familia o los amigos, pudiendo expresar lo que pensamos, lo que queremos, escuchando la decisión de otros, realizando acuerdos.
Las fiestas de fin de año, simbolizan el cierre de una etapa, pero a la vez son el anticipo de aquello por venir, por dicha razón, deben ser una experiencia que nos motive y no que sea fuente de conflictos o sufrimiento. Conectarnos con nuestro interior, poder llegar a descubrir que es lo que realmente queremos, ser artífices y responsables de nuestras propias decisiones, empezando por elegir con quién realmente queremos comenzar este nuevo año, nos permitirá comenzarlo con esta nueva actitud.
Pensar que las fiestas pueden ser un momento de regocijo, que nos brinda la oportunidad de rodearnos de amigos, familiares o seres queridos y por qué no, construir nuevos vínculos, lo cual fortalecerá nuestra salud emocional, en primer lugar, nuestra salud mental y por ende nuestra salud física. El estar y compartir este momento con aquellas personas que son comprensivas y contenedoras es un remedio para cualquier dolencia o tristeza que pueda surgir en esta época.
Entonces, la mejor decisión es aquella que nos haga sentir bien con nosotros mismos, aunque sin olvidar a los otros para encontrar así un sano equilibrio
El fin de año simboliza el final de una etapa en nuestra vida. Como toda conclusión, lleva a replantearse aquellas cuestiones que se establecieron como objetivos para el comienzo de aquella. El saldo del balance puede ser positivo si se pudieron concretar las metas establecidas al principio del año, o puede ser negativo si no se logró lo esperado. De todas maneras, evaluar el año en términos de resultados nos hace perder la idea de proceso, del esfuerzo, el trabajo y la energía necesario que invertimos para lograr aquello que nos propusimos, mucho más importante que los resultados en sí por el aprendizaje y experiencia que ello deja.
Es entonces, por sobre todo, una época de duelos: por lo que pudo ser y no fue, por los que ya no están, por las expectativas que no se concretaron, por el tiempo perdido irrecuperable, etc.
Pero a la vez es una época de alegría, festejos, esperanza por lo que puede ser el año entrante, por lo que viene.
Por otro lado, con el fin de año llegan los festejos familiares, que muchas veces pueden ser problemáticos por lo que implica juntarse con otros: así como generar alegría, pueden revivir antiguas enemistades, rencores o conflictos. Asimismo, estas fechas hacen presentes las ausencias, se presentifica aquellos seres queridos que deberían estar y no están, ya sea por el fallecimiento, o el alejamiento, o las separaciones.
Se plantean preguntas en este sentido: ¿con quien pasar las fiestas? ¿Cómo negociar con los otros el propio criterio o la propia elección? En este sentido, surgen conflictos internos entre lo que uno quiere y lo que debería ser. Es importante poder discernir entre aquellos mandatos que nos atan y no nos permiten elegir con libertad, entre aquellas cuestiones que se nos imponen como ideales de lo que debería ser, y lo que realmente queremos.
Como son situaciones que se repiten, resulta saludable comenzar a dialogar y establecer acuerdos con la pareja, la familia o los amigos, pudiendo expresar lo que pensamos, lo que queremos, escuchando la decisión de otros, realizando acuerdos.
Las fiestas de fin de año, simbolizan el cierre de una etapa, pero a la vez son el anticipo de aquello por venir, por dicha razón, deben ser una experiencia que nos motive y no que sea fuente de conflictos o sufrimiento. Conectarnos con nuestro interior, poder llegar a descubrir que es lo que realmente queremos, ser artífices y responsables de nuestras propias decisiones, empezando por elegir con quién realmente queremos comenzar este nuevo año, nos permitirá comenzarlo con esta nueva actitud.
Pensar que las fiestas pueden ser un momento de regocijo, que nos brinda la oportunidad de rodearnos de amigos, familiares o seres queridos y por qué no, construir nuevos vínculos, lo cual fortalecerá nuestra salud emocional, en primer lugar, nuestra salud mental y por ende nuestra salud física. El estar y compartir este momento con aquellas personas que son comprensivas y contenedoras es un remedio para cualquier dolencia o tristeza que pueda surgir en esta época.
Entonces, la mejor decisión es aquella que nos haga sentir bien con nosotros mismos, aunque sin olvidar a los otros para encontrar así un sano equilibrio
jueves, 17 de noviembre de 2011
ATAQUES DE PÁNICO “CUANDO FALTAN LAS PALABRAS”
En los últimos años se han incrementado las consultas de personas que padecen de “ataques de pánico”. Resulta importante poder definir en este contexto qué síntomas podemos englobar en dicha problemática: aparición temporal y aislada de miedo o malestar intenso, palpitaciones o elevación de la frecuencia cardiaca, sudoración, temblores, sensación de ahogo, opresión en el pecho, mareos, miedo a perder el control, miedo a morir, etc.
Las personas que consultan suelen concurrir en estado de urgencia debido al malestar que conlleva esta sintomatología y por presentarse muchas veces de manera azarosa en diversos contextos: al viajar en colectivo, al entrar en un negocio, en situaciones de stress (rendir un examen, enfrentar un cambio laboral, situaciones familiares complejas, separaciones, perdida de un ser querido, etc.).
En ocasiones, la angustia que se siente en las crisis subsiguientes no depende tanto de las causas que la originaron (algunas de las situaciones que mencionamos anteriormente) sino que algún evento trivial recuerda o se asocia en la mente a ese primer traumático episodio y a la posibilidad de pasar por la misma experiencia, provocando esas sensaciones negativas. Por ello, con el paso del tiempo, las crisis se despegan de una causa ubicable y comienzan a presentarse agravadas en intensidad y frecuencia en distintas situaciones, provocando un deterioro en diversas áreas de la persona que lo padece (actividad laboral, social, familiar, etc.)
Lo traumático de las crisis de pánico reside en la sensación de pérdida de control, de imprevisibilidad, y de la sensación de carencia de recursos para enfrentar esta situación de indefensión e impotencia.
¿Podríamos determinar una causa generalizable para estos problemas? No. La respuesta sólo puede ser singular para aquella persona que padece la crisis de angustia, dado que la misma es resultado de un proceso detenido (duelo, dificultades de pareja, problemas laborales, etc.) por no poder ser enunciado con palabras, algo permanece en silencio y hace manifestación en el cuerpo y la mente a través de los distintos síntomas.
¿Qué hacer frente a esta situación? La mejor solución a esta problemática es realizar una consulta temprana, es decir, ante la primera manifestación de los síntomas, con un profesional de la salud mental.
El tratamiento consistirá en elaborar herramientas para el afrontamiento de la angustia, intentando por medio de la palabra y del intercambio con otro, ubicar las causas para dicha angustia, favoreciendo de esa manera la elaboración de las situaciones que pudieron haber desencadenado el malestar.
Las personas que consultan suelen concurrir en estado de urgencia debido al malestar que conlleva esta sintomatología y por presentarse muchas veces de manera azarosa en diversos contextos: al viajar en colectivo, al entrar en un negocio, en situaciones de stress (rendir un examen, enfrentar un cambio laboral, situaciones familiares complejas, separaciones, perdida de un ser querido, etc.).
En ocasiones, la angustia que se siente en las crisis subsiguientes no depende tanto de las causas que la originaron (algunas de las situaciones que mencionamos anteriormente) sino que algún evento trivial recuerda o se asocia en la mente a ese primer traumático episodio y a la posibilidad de pasar por la misma experiencia, provocando esas sensaciones negativas. Por ello, con el paso del tiempo, las crisis se despegan de una causa ubicable y comienzan a presentarse agravadas en intensidad y frecuencia en distintas situaciones, provocando un deterioro en diversas áreas de la persona que lo padece (actividad laboral, social, familiar, etc.)
Lo traumático de las crisis de pánico reside en la sensación de pérdida de control, de imprevisibilidad, y de la sensación de carencia de recursos para enfrentar esta situación de indefensión e impotencia.
¿Podríamos determinar una causa generalizable para estos problemas? No. La respuesta sólo puede ser singular para aquella persona que padece la crisis de angustia, dado que la misma es resultado de un proceso detenido (duelo, dificultades de pareja, problemas laborales, etc.) por no poder ser enunciado con palabras, algo permanece en silencio y hace manifestación en el cuerpo y la mente a través de los distintos síntomas.
¿Qué hacer frente a esta situación? La mejor solución a esta problemática es realizar una consulta temprana, es decir, ante la primera manifestación de los síntomas, con un profesional de la salud mental.
El tratamiento consistirá en elaborar herramientas para el afrontamiento de la angustia, intentando por medio de la palabra y del intercambio con otro, ubicar las causas para dicha angustia, favoreciendo de esa manera la elaboración de las situaciones que pudieron haber desencadenado el malestar.
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